Paz de Westfalia


La Paz de Westfalia dio lugar al primer congreso diplomático moderno e inició un nuevo orden en Europa central basado en el concepto de soberanía nacional. Varios historiadores asignan una importancia capital a este acto, pues en Westfalia se estableció el principio de que la integridad territorial es el fundamento de la existencia de los Estados, frente a la concepción feudal de que territorios y pueblos constituían un patrimonio hereditario. Por esta razón, marcó el nacimiento del Estado nación.


El término de Paz de Westfalia se refiere a los dos tratados de paz de Osnabrück y Münster, firmados el 15 de mayo y 24 de octubre de 1648, respectivamente, este último en la Sala de la Paz del Ayuntamiento de Münster, en la región histórica de Westfalia, por los cuales finalizó la Guerra de los Treinta Años en Alemania y la Guerra de los Ochenta Años entre España y los Países Bajos. En estos tratados participaron el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico (Fernando III de Habsburgo), los Reinos de España, Francia y Suecia, las Provincias Unidas y sus respectivos aliados entre los príncipes del Sacro Imperio Romano.

Westfaelischer Friede in Muenster (Gerard Terborch 1648).jpgHasta la instauración de la Confederación del Rin en 1806, las reglas de Westfalia pasaron a formar parte de las leyes constitucionales del Sacro Imperio Romano. Las garantías del Tratado fueron asumidas por los países fronterizos con el Sacro Imperio: Francia y Suecia. Sin su autorización no podía cambiarse ninguna disposición. Así, los alemanes, que vivían en más de 300 Estados independientes, sólo podían fusionarse con otro Estado si contaban con la aprobación de Suecia y Francia.




La principal consecuencia de la paz de Westfalia fue el debilitamiento de las posiciones de Austria y España en centroeuropa. Paralelamente, salía muy fortalecida Francia, que representada por el cardenal Mazarino ganaba numerosos territorios en su frontera más oriental, entre otras plazas, Metz y Alsacia. Su guerra con España continuó hasta 1659, y terminó con la anexión del Rosellón y su promoción a potencia hegemónica del continente, en la paz de los Pirineos.

Personaje muy beneficiado en Westfalia fue el príncipe elector de Brandemburgo, que gracias a la mediación de Francia (que pretendía promover una potencia en el norte de Alemania que equilibrase la balanza con Austria) anexionó numerosos territorios y formó el núcleo de lo que en décadas venideras sería el reino de Prusia.

De aquel tratado, las Provincias Unidas lograron el reconocimiento definitivo de su independencia, y Suecia se convirtió en la mayor potencia del norte de Europa, logrando arrinconar a Dinamarca en su espacio continental, fuera de la península escandinava.

Pero las consecuencias de la paz de Westfalia fueron más allá de un simple reajuste territorial. En primer lugar, rompió la idea defendida por España y Austria de la universitas christiana, por la cual el Emperador y el Papa podían mediar en los asuntos de toda la cristiandad por considerarla una gran República de distintos Estados, sometidos en última instancia a los poderes tradicionales. Triunfaba así la idea de Estado francesa, por la cual se rechazaba la injerencia de poderes extraños en los asuntos internos del reino, y se afirmaba con una legalidad independiente sobre un territorio determinado. De este modo, conflictos clave como la religión del Estado quedaron inmediatamente solventados: cada soberano decidía su confesión y las guerras de religión, que ensangrentaban Europa desde tiempos de Lutero, desaparecerían en adelante.

El papado quedaba de este modo apartado definitivamente de la participación que venía ejerciendo en las decisiones de la política europea, y el Imperio se convertía en una institución caduca que había perdido la mayor parte de su influencia sobre la Alemania de los príncipes, que ahora operaban con completa autonomía.

Todo ello estaba encaminado a instaurar un orden que garantizase la estabilidad en Europa, al margen de querellas religiosas, sostenido sobre la equidad legal de los Estados, sin importar su tamaño o poder. Ello implicaba una reforma en el Derecho Internacional que tuvo vigencia hasta que entraron en juego nuevas ideologías a principios del siglo XIX, como el liberalismo y posteriormente el nacionalismo, con principios nuevos y completamente revolucionarios, que harían mutar el mapa europeo.

Extracto de la Paz de Westfalia


El párrafo introductorio del Tratado de Paz resume el proceso de las negociaciones, enumera las partes implicadas y enumera también los representantes y plenipotenciarios enviados por los Estados firmantes. A continuación el título primero habla sobre el espíritu del acuerdo:

"Habrá una paz cristiana y universal y una amistad sincera, auténtica y perpetua entre [...] todos y cada uno [...]. Que esta paz y amistad sea observada y cultivada con tal sinceridad y celo, que cada parte se esforzará en procurar el beneficio, honor y ventaja del otro [...]."
Se declara un perdón general a los Estados e, incluso, el olvido de las deudas de guerra:


"Habrá en un lado y en el otro un olvido perpetuo, amnistía o perdón de todo lo que ha sido cometido desde el inicio de estos problemas [...]; todo lo que ha pasado en un lado y en el otro [...], daños y gastos [...], serán enterrados en el olvido eterno."





Efectos en los países implicados

Sacro Imperio Romano Germánico: En 1640, después de casi 30 años, se volvió a reunir la Dieta Imperial. Ésta fue aprovechada por los Estados del Imperio para acusar al emperador Fernando III de Habsburgo de sobrevalorar a España, mientras Suecia y especialmente Francia presionaban en el mismo sentido para deshacer la colaboración de las dos casas Habsburgo.

Para debilitar al Sacro Imperio Romano Germánico, la principal autoridad transnacional de la época, se proclamó la primacía de los Estados alemanes frente a poderes externos, como el Emperador o el Papa. Para el Sacro Imperio, la Paz de Westfalia supuso la pérdida de poder real del Emperador y una mayor autonomía de los más de 300 Estados resultantes.2

El príncipe elector de Brandeburgo, uno de los protestantes más influyentes, fue beneficiado por el apoyo de Francia. Ésta, empeñada en debilitar al Emperador, permitió a Brandeburgo hacerse con territorios adyacentes. Paradójicamente, Prusia, nacida en el futuro a partir de la fusión de Brandeburgo y el Ducado de Prusia, llegaría a ser uno de los peores enemigos de Francia.


Holanda: La intención inicial del emperador era incluir a España en la Paz, pero las presiones de Francia lograron su neutralidad en la guerra entre ambas naciones pirenaicas. A pesar de los esfuerzos de Francia por aislar a España, ésta firmó la paz con las Provincias Unidas de los Países Bajos en junio de 1648, reconociendo su independencia. Esta independencia era un hecho desde que en 1609, durante el reinado de Felipe III, se firmara la Tregua de los Doce Años. Los Países Bajos españoles, que no buscaban la independencia, continuaron perteneciendo a la monarquía española hasta principios del siglo XVIII.



Francia: Uno de los principales negociadores fue el cardenal Mazarino, primer ministro de Francia desde 1643. Ésta fue la gran beneficiada de la Paz de Westfalia. Por un lado, se reducía el poder de su gran adversario continental, el Imperio, y por otro se expandía hacia el Este con la anexión de Metz, Verdún, Alsacia, Breisach y el dominio militar de la ciudad de Philippsburg. A partir de entonces, y especialmente tras la Paz de los Pirineos, Francia se convirtió en la potencia hegemónica de Europa.

Las condiciones desmesuradas que exigía el cardenal Mazarino provocaron la continuación de la guerra hispano-francesa hasta la Paz de los Pirineos (1659).


España: Hasta el reinado de Felipe III España se había mantenido como la principal potencia de Europa. Con Felipe IV ya se empiezan a ver signos claros de la decadencia, que quedan patentes tras la Paz de Westfalia. En concreto tiene, como se ha explicado en el párrafo anterior, que reconocer de iure la independencia de la República de Holanda y queda rota la comunicación por tierra entre el norte de Italia y Bélgica (el Pasillo Español) al controlar de hecho Francia el territorio de Lorena.


Suecia: Suecia consiguió una posición hegemónica en el Mar Báltico que mantuvo durante décadas. Obtuvo casi toda Pomerania, Wismar, Bremen y Verden, lo que le permitió participar en la Dieta Imperial.


Dinamarca: Tras diversas batallas perdidas, fundamentalmente contra Suecia, Dinamarca se vio obligada a firmar la paz con ésta en 1645. Dinamarca perdió todas sus posesiones en el Báltico y Escandinavia.


Suiza: La Confederación Suiza fue reconocida de facto como un país independiente del Sacro Imperio Romano Germánico.

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